El nombre de este plato es una de las diversas variantes de una receta que sigue formando parte de nuestra dieta: la sopa de tomillo o sopa escaldada. Todas las variantes, incluida esta, son muy sanas y aún perduran en muchos hogares, sobre todo cuando hace frío.
El único pequeño secreto de esta receta es intentar que el pan frito no se deshaga demasiado, ya que tiene que quedar crujiente. Hasta mediados del siglo pasado, la mayoría de las familias del país preparaban su propio pan en casa, y las que no tenían horno lo hacían en casa de algún vecino o en hornos colectivos.
Esta receta es humilde y sencilla, equilibrada desde el punto de vista nutritivo, y aporta, entre otros beneficios, hidratación, energía, calor y la digestibilidad del tomillo, el romero u otras hierbas que se puedan añadir para darles aroma.