Cuando la nieve cubre las montañas de blanco, llega el momento de cambiar las botas de senderismo por raquetas de nieve y de quitar el polvo a los esquís. Actividades como el esquí alpino, el alpinismo o el esquí fuera de pista son las más comunes. Sin embargo, el invierno también conlleva nuevos retos y un nivel de riesgo más elevado. Por eso es necesario que adaptes siempre tu actividad a las condiciones de la nieve y a tus conocimientos y a tu experiencia.
Aunque siempre que salgas a la montaña debes tener en cuenta la previsión meteorológica, en invierno es aún más importante, sobre todo en las zonas donde se acumula la nieve, como Andorra. Durante el periodo invernal, los riesgos en la montaña provocados por los cambios meteorológicos son mucho mayores, así que infórmate sobre las condiciones del manto nivoso y el riesgo de aludes a través de fuentes oficiales antes de planificar cualquier actividad.
Las avalanchas son uno de los principales riesgos a los que se enfrentan los que se aventuran fuera de los caminos para explorar las montañas. Así pues, si eres un freerider o un alpinista, lleva siempre el material necesario de seguridad: equipamiento ARVA, pala y sonda. Planifica tu recorrido teniendo en cuenta las zonas con riesgo de aludes y el estado de la nieve. Durante la ruta, presta atención a las nevadas, el viento, la lluvia y el calor. En caso de calor, sobre todo en primavera, evita las horas de mayor incidencia del sol, que es cuando se producen los aludes de nieve medio derretida.
También se recomienda practicar este tipo de actividades y salidas invernales en grupo y, si no tienes la experiencia suficiente, puedes contratar un guía experto para disfrutar al máximo con total seguridad.